El sueño de un emprendedor

Pedro Diaz nació el 25 de mayo de 1947 en una familia de clase media, con una mamá emprendedora que le legó los genes de generador de empresas. Casado hace 57 años con Cristina, ambos soñaban con una familia numerosa y una empresa propia.

A los 21 años aprendió el oficio de fabricar sellos mecánicos. Y aunque tiempo después había conseguido un excelente puesto en Buenos Aires, la familia no se acostumbró y volvió a su querida Mendoza. Entonces, con sus hijos Eloy, Carolina y Nicolás fundaron la empresa Sudamericana de Sellos para la fabricación y la reparación de sellos mecánicos.

Una empresa que creció al compás de la familia Diaz

Al regreso de Buenos Aires, la familia encontró una casa en el viejo Lateral Oeste del Acceso Sur, hoy Juan Manuel Fangio 1981, en un terreno de 2000 metros cuadrados en Godoy Cruz, Mendoza. Y allí también nació la empresa: un galpón fue el primer taller, el quincho se transformó en la oficina y en la cochera instalaron la primera máquina de sellos mecánicos. Mientras la familia trabajaba, la incansable Cristina cebaba mate para todos.

“Empezamos a trabajar en Mendoza más el centro y el norte de Argentina en la fabricación y la venta de los sellos mecánicos, y reparación de bombas. Nos dividimos las tareas: Carolina fue nuestra primera administradora, Eloy el primer vendedor y Nicolás el primer productor. Y al poco tiempo compramos la primera máquina, para cumplir en tiempo y forma con las entregas cada vez más numerosas”, recuerda Pedro.

Desde entonces, la empresa no dejó de crecer. “Deseo que sigamos capacitándonos y que continuemos posicionados como la primera marca de industria argentina, muy bien conceptuados a nivel nacional e internacional”, concluye Pedro.

Un proyecto en marcha

El negocio que había crecido en el seno y al compás de la familia, sumando a Daniel Pereira y Rita Diaz en Comercialización y a Eliana Diaz en Abastecimiento y Compras, se reestructuró en 2005 como la marca registrada Sudamericana de Sellos.

Eloy Diaz, que fue el primer Gerente General, recuerda que originariamente cada socio fundador hacía un poco de todo, pero desde 2004 se redistribuyeron las tareas en gerencias de áreas, jefaturas y reuniones de accionistas, con los mismos valores pero sumando sistemas actualizados de gestión. “Se trabajó mucho en capacitaciones, coaching y la puesta en valor de los productos, con un crecimiento exponencial y llegada de los negocios al exterior”, refiere Eloy.

En el 30°aniversario, Eloy se emociona con los recuerdos: “Los domingos trabajábamos y disfrutábamos en familia. Pudimos atravesar las crisis del país, fortaleciéndonos como familia y empresa. Y hoy agradecemos a todos los que nos ayudaron, desde amigos hasta clientes y proveedores.”

Los socios familiares

La fundación para algunos fue el 4 y para otros el 9 de abril de 1994, porque Carolina Diaz afirma que ese día se empezó a completar el libro de compras. “Esta empresa marca el ADN de mi familia, de mi mamá y mi papá: pensar en llegar lejos. Mientras, también crecés como familia y descubrís la pasión sorteando los inconvenientes y disfrutando los logros cada día”, reflexiona.

Daniel Pereira es primo de los Diaz, pero tiene una relación de hermano porque perdió a su madre de chiquito y se crió con ellos. Se sumó hace 23 años a la empresa en la parte de Producción, pasando después a Comercial.

“Lo más lindo de trabajar en familia es que te da crecimiento y solidez frente a muchas situaciones importantes –asegura Daniel–. Y los colaboradores y operarios también lo sienten, ya que para el 30° aniversario colocaron una placa en una vieja columna fundacional, muy emotiva y bonita, y así te das cuenta de que se hicieron las cosas bien.”

Rita Diaz se incorporó en el área de Ventas con Eloy y Daniel. “No compartí el proyecto originariamente, pero me fui enamorando de la empresa y estoy muy feliz. Valoro y respeto los cargos de mis hermanos, y agradezco mucho que descubrí una habilidad que no sabía que tenía. Además me sentí beneficiada por la disponibilidad de horarios para llevar adelante la crianza de mis hijos Lucas y Luna. Para el futuro, me gustaría una empresa muy grande.”

Eliana Diaz es enfermera y partera, y por eso fue la última en entrar a trabajar en la empresa. “Un día vine a saludar a la oficina y Carolina me dijo que necesitaba remplazo de una empleada administrativa; cuando ella volvió, me pidió ayuda Nicolás. Y así me quedé. Para entonces nació mi hijo Lautaro y este trabajo me permitía cuidarlo. La empresa es una gran contención, pero además te permite acomodar los horarios, para todos igual. Estoy acá hace 19 años, tantos como tiene mi hijo. Las personas que no son familia, se convierten en familia también”, cuenta.

“Mi sueño es iniciar negocios con China, Indonesia, México y Latinoamérica. Creo que es un sueño posible. La empresa siempre está en crecimiento”, reflexiona.

Los 30 años de una gran empresa: un sueño cumplido

Nicolás Diaz se hizo cargo de la empresa familiar durante la segunda reingeniería, en 2017. Dos años después contrató un equipo de asesores, con quienes armó un plan a cinco años que les permitió atravesar tanto las crisis políticas y económicas como la pandemia. “Hoy cumplimos 30 años con un gran esfuerzo de todos. Lo bueno y lo malo nos trajeron hasta acá, con mucho aprendizaje y crecimiento”, asegura Nicolás con orgullo.

Y también recuerda: “Este sueño comenzó hace más de tres décadas. El primer negocio fue una finca…. Sí, sí, escucharon bien: una finca. ¡Qué manera de trabajar junto a Eloy! Pero no fue solo ese negocio. Luego llegó un lavadero de colectivos de larga distancia, en el cual se trabajaba de lunes a lunes. Pasamos momentos muy duros junto a Carolina (muchas horas de trabajo).”

Me acuerdo de un día en el que estábamos con Eloy en el lavadero, tapando una fosa que hicimos para colectivos, y me dijo: ‘No estamos para esto, estamos para más.” Y ese fue el momento en el que nos propusimos hacer algo más.

Llegó SSSA, una idea de conservar unida a la familia; las semanas se hicieron meses y los meses, años. Aquí estamos más de 30 años después con el sueño intacto, con las mismas palabras en aquel galpón en calle Pellegrini… ¡Estamos para mucho más!